jueves, 10 de junio de 2010

Decisión

El día era Hoy. Tal vez no hubiera nada que pudiera hacerle recapacitar, como en “Pueblo Blanco”, aquí ya no había nada que hacer. Prefería encontrar la salida en un pasaporte que terminar por repetir el pasado reciente entre piquetes, montoneras y fusil. Se levantó temprano. Cebó unos mates y preparó la valija en tanto que la radio le acompañaba con la melodía de una triste canción sureña…

Bajo la umbra besó a los niños que no vería seguro en meses. Se despidió de su mujer. Juntó una a una las cosas que le acompañarían en este viaje de esperanza y deserción: unos libros, ropa, el título que quizás en Europa le sirviera para conseguir trabajo... trabajo que la tierra se negaba a parir, un par de zapatos gastados, la foto familiar.

La música en la radio sonaba como un lamento indio.

El glaciar de sus ojos se derritió al ver colgada en la pared (como el más bello de los tapices) a la bandera de la patria. Recordó la promesa de cuarto grado. La tomó trémulo entre sus manos y la besó en medio del sol. Al guardarla en la maleta, la confluencia de sus ojos y el dolor hirió a febo que dejó de sonreír y por una vez el Águila-Bandera no quiso volar... quiso quedarse en la tierra. Morir; pero de pié.

Concluyó la tarea de llevar consigo vestigios de lo más amado. Controló el pasaje y se abrigó apretando los labios, igual que apretaba su corazón. Al cerrar la puerta, en la radio, aún sonaba triste la música del sur. Taladraba su conciencia, socavando su decisión, repitiendo como sentencia los últimos versos de “Cutral Co”.

-“Si pruebo y me quedo...

...Ayude tal vez.”




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